Diciembre es un mes cargado de historias de luchas, si es que se ejercita la memoria, y algo que las clases dominantes siempre intentan ocultar o, en caso de no lograrlo, tergiversar. Y en esa historia reciente se encuentra una de las acciones guerrilleras urbanas más grandes y espectaculares del siglo XX, no sólo de nuestro país, sino de América Latina. El 23 de Diciembre de 1975, la dirección del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) dio la orden de llevar adelante la acción militar más grande del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) que haya realizado desde su fundación 5 años antes: El asalto al Batallón de arsenales 601 de Monte Chingolo.
El contexto social político en Argentina, y todo el continente, era de un continuo y permanente auge revolucionario en todos los frentes de la sociedad a través de grandes movilizaciones, huelgas y debates, acompañada de crecientes acciones de lucha armada, como correlato del alto grado de la conciencia en la lucha revolucionaria, influenciada por la posibilidades de triunfo que había demostrado la revolución en Cuba de 1959. En argentina la lucha de las organizaciones revolucionarias armadas se había desarrollado, en mayor medida, a partir de las puebladas semi-insurrecionales de 1969, contra la dictadura militar instaurada 3 años antes, conocidas como el Cordobazo y Rosariazo, siendo estos dos centros urbanos con gran concentración obrera, popular y estudiantil.
Hacia finales del año 1975 las consecuencias de la crisis mundial capitalista, impulsada por la crisis del petróleo dos años antes, se manifestaban en el orden local y acrecentaba la crisis política de las fuerzas de la reacción capitalista ante el ascenso de la movilización obrera y popular, y sus organizaciones políticas armadas. Luego de 7 años de dictadura militar la apertura democrática de 1973, como salida negociada entre el Partido Militar con partidos y sindicatos burocráticos, llevó a que Héctor Cámpora se consagrara presidente con grandes expectativas populares. Pero pronto quedo hecho añicos la esperanza democrática con el viraje derechista producto del autogolpe que hizo renunciar al mismísimo Cámpora apenas 48 días después de asumir el gobierno. El regreso de Perón aceleró dichos planes, con la “Masacre de Ezeiza” de por medio, y pronto quedó al descubierto cuán lejos estaba la idea de que el regreso del gran líder era para realizar un programa revolucionario de liberación, sino más bien contener las fuerzas insurgentes y evitar la caída del Capitalismo en Argentina. La muerte del mismo Perón un año después, generó un vacío político que para controlar el continuo ascenso de la fuerzas insurgentes se acentuó la línea de acción de fuerzas para-estatales de represión clandestina como las tres A y lo Comandos de lúmpenes dirigidos por oficiales de las Fuerzas Armadas. La lucha contrainsurgente del gobierno peronista se termina de ir consolidando con cuatro decretos, firmados a los largo del año, por la vice-presidenta Isabel Martínez de Perón. El primer decreto de “aniquilamiento de la subversión” (Decreto 261/75) data del 5 de febrero de 1975.
Luego, a mediados del mismo año, la movilización obrera y popular había alcanzado gigantescas proporciones durante las jornadas de Junio y Julio en la que las bases obreras sobrepasaron a las conducciones sindicales burocráticas y desarrollaron históricas huelgas para enfrentar el ajuste del tristemente célebre Celestino Rodrigo, ministro de economía del Gobierno de Isabelita.
Es ahí donde el PRT analiza que la salida represiva es la variante más cercana que tiene la clase dominante Argentina y que cuenta con el apoyo del imperialismo para desarrollarlo. Por lo tanto, como se encuentra en los documentos internos y públicos del PRT-ERP realizan grandes esfuerzos por alcanzar una apertura democrática e impulsa alianzas y frentes para lograrlo. Pero en paralelo el PRT-ERP también realiza planes para preparar la resistencia, sobre todo desde una estrategia combinada que comprende los frentes de lucha urbana y rural. Para ello se desarrolla la idea de una gran operación para hacerse de un arsenal de armamento y fortalecer la ya asentada Compañía guerrillera del ERP en el monte tucumano y, en simultaneo, dar un golpe moral que atrasara los planes represivos del Partido Militar, a través de una operación sin precedentes a las fuerzas Armadas en el corazón del poder político de Argentina.
De ese modo luego de meses de preparación y grandes dificultades, como la caída del prominente obrero revolucionario y comandante del ERP, Juan Eliseo Ledesma (Comandante Pedro, Jefe del Estado Mayor del ERP), se realiza la movilización de al menos 300 guerrilleras y guerrilleros que compondrían el Batallón “José de San Martín”, integrado por tres compañías de combatientes. La acción comprendía varias acciones de distracción y contención, ante lo que sería la respuesta de las fuerzas del Estado luego de ser alertada. Mientras, un grupo de más de 70 combatientes ingresarían al cuartel. La operación en general dejaría sentada un gran hito para las generaciones futuras de revolucionarios y revolucionarias, de osadía, coraje, firmeza y entrega a la causa de liberación de la humanidad.
Pero lamentablemente la operación no fue como se esperaba. Porque las fuerzas militares del Estado Argentino estaban en alerta, producto del trabajo de un lumpen obrero convertido, vía la extorsión y corrupción, en agente infiltrado del batallón de inteligencia del ejército opresor. De este modo, aunque no tenían precisiones de lugar y momento, conocían que había movilización de recursos y personal del ERP a la provincia y por lo tanto preventivamente habían realizado planes de defensa de sus cuarteles ante un posible ataque de las fuerzas insurgentes. Por lo que el factor sorpresa, vital en las acciones de lucha irregular, lo tenía la reacción y no las fuerzas revolucionarias. Por lo tanto, más allá que la mayoría de las acciones secundarias a la incursión en el cuartel fueron exitosas, la principal tuvo un costo altísimo en compañeros y compañeras caídas y sin lograr el objetivo principal. Esto significó un duro golpe para los planes revolucionarios, pero lejos estuvo de ser la acción que terminó con la experiencia del PRT-ERP, como tanta tinta se gastó en deslegitimar a esa generación por tener la osadía de tomar “el cielo por asalto”.
Es el deber de las generaciones presentes y futuras de luchadores y luchadoras sociales y políticos hacer los balances de aquella acción y comprender cada uno de los aspectos que impulsaron a nuestros padres y madres revolucionarios/as a tomar cada una de las decisiones. Pero en ningún momento debemos caer en la visión derrotista que el pacifismo burgués y reformista nos ofrece como visión de único camino y en el cuál no hay experiencia alguna que la confirme. Porque comprendemos que toda propuesta revolucionaria tiene que aprender en la práctica, y reflexión mediante, la ciencia y arte de hacer la revolución. Y en ese camino estaban la generación setentista del pueblo que soñaba con una sociedad distinta sin miseria ni hambre, ni explotadores ni explotados. Las razones por las que ese contingente revolucionario se lanzó al combate el 23 de diciembre, a las 19:45 horas, de 1975 siguen aún vigentes y están a la vista de todos y todas, sobre todo ahora que el capitalismo muestra nuevamente su verdadera cara: la guerra, el hambre y la explotación. Y aunque el camino actual sea distinto, siempre avanzaremos con el ejemplo moral y ético de aquellos héroes y heroínas de la batalla de Monte Chingolo. Su legado se mantiene vivo en la lucha obrera y popular presente y futura, hasta que triunfe verdaderamente la verdad, la memoria, la justicia y la igualdad.
Hoy somos sus continuadores!
Caídos/as y Desaparecidos/as del Ataque a Monte Chingolo
Acevedo de Hiller, Adelina Filomena
Barbate, Daniel Roberto
Belluz, Juan Pedro
Benítez, Juan
Blanco, Francisco Javier
Boca Aragón, Hugo
Bonet, Carlos Lucas
Bruschtein Bonaparte, Aída Leonora
Bulit, Pascual Alejandro
Cejas, Roberto
Cinqualbe Logarzo, Carlos María
Colacelli, Horacio Fernando
Colautti, Hugo Francisco
Correa, Jorge Alberto
Crespo Rodríguez, Carlos José
Cuello, Francisco Esperito
De la Fuché
Delfino, Eduardo Alberto
Enatarriaga, Nelly
Escobar Bustos, Eduardo César
Fabián, Orlando
Finochiaro, Norma
Garbozo, Luis Alejandro
García, Ernesto
Gatto Rosenthal, Silvia Ana María
González Rodríguez, Ángel
Guanziroli, Tristán
Isaurraldi, Juana María
Islas Ibarra, Ismael
Lafuente, Mónica
Lasorba, Vicente
Lescano, Ana María
Liendo, Ana María
Lorenzo Rodríguez, Omar Juan
Machado, Carlos Alberto
Marabotto Figueroa, María Inés
Mastrogiovani, Alejandro
Menéndez, Luis
Mensi, Rubén Víctor
Monzón, Ismael Antonio
Mosqueira, Víctor
Oroño Delgado, Carlos Omar
Paredes, Cristóbal
Ragone, Ricardo
Ramos Berdaguer, Guillermo Pablo
Rinaldi, Nancy Alejandrina
Rivas, José Alfredo
Rivolta Bonino, Roberto José
Rizzo, Hugo Oscar
Salinas Mandiola, Guillermo Salvador
Salvador, Humberto Ángel
San Martín, Guillermo Horacio
Sánchez, Carmen Gloria
Sánchez, Miguel Ángel
Santa Cruz, Abel
Santucho, María del Valle
Schottenfeld Granik, Gastón Raimundo
Siba, Rodolfo
Sopena, Élida
Spoturno, Luis Alberto
Stanley, Carlos Horacio
Stegmayer, Roberto
Suárez, Carlos
Tauil, Enrique
Tisminetzky Kestelboim, Claudio Arturo
Valencia Stula, Juan Carlos
Vázquez Valdivia, Víctor
* Información proveniente de la Comisión de Familiares de Desaparecidos de Lanús, Daniel De Santis y el libro “Monte Chingolo” de Gustavo Plis-Sterenberg.